Nueve meses

Las últimas campanadas resuenan en mi cabeza, vivos y muertos brindando juntos por un año más, otro año que pasa lleno de expectativas y decepciones, aprendí a mirar de otra forma, puede que más realista pero sin dejar de soñar, descubrí que hay algo más allá de el basto paisaje que me rodea, damos paso a un nuevo comienzo, esperando ver como se cumplen nuestros deseos mientras los días se queman y el tiempo resbala entre nuestros dedos. Y aquí tu y yo, a la altura del cielo, viendo como los fuegos artificiales tatúan el firmamento en un día frío de invierno, bajo la lluvia, a dos centímetros de tu boca, coges mis manos entre las tuyas, me acercas, sonríes, me encuentro con tus ojos azules, que buscan los míos y ocurre, ya no existe distancia entre nuestros labios, hemos vencido a nuestra suerte, la historia continuará, da la sensación de que nada nos hará caer.
Nos calentamos junto al fuego, respiro las llamas, apartas el pelo de mi cara y vuelve esa sensación a mi cuerpo, el cosquilleo que se produce cada vez que me rozas, me siento bien a tu lado, no quiero que termine este día nunca, fluyen las palabras y cubrimos los silencios con besos, ya no es sólo cuestión de sentimientos sino de pasión, el calor aviva el deseo, las luces de las casas se encienden, despertamos a la ciudad, desciframos los secretos de la noche, caemos en la tentación, nos dejamos llevar,  las horas están contadas y tendremos que tomar una decisión, finalmente, promesas acompañadas de abrazos y de dolorosas despedidas.
Siempre te tendré presente, no logro apartar tu rostro de mi mente, consulto con mi reflejo en el río, como única respuesta obtengo una imagen distorsionada por un torbellino de pensamientos y el cielo, que ahora llora, me lleva a la desesperación, cada kilómetro es otra noche hablando contigo, de saltar al vacío, escapar, y que sólo el mar nos muestre el rumbo y es que, a pesar de la distancia, te encontré, un día cualquiera, ¿suerte? ¿se cumplió mi deseo? quién sabe, sólo puedo decir que nos vemos en febrero.